Una última revisión de todo lo comentado. ¿Qué tan comodo me siento cuando estoy con un amigo que me pregunta cosas de mi vida mientras simplemente me masturbo con él? Porque me preguntó qué hacia que me sintiera cómodo. "Una cerveza", le contesté. Entonces, fue a la nevera y sacó una helada. Una cerveza, sí, lo que normalmente tomo cuando estoy con confianza, con mis compañeros de paja, bien sea en cámara o frente a frente, sacándonos leche sin control. Una excusa para estar en contacto, casi animal, entre dos hombres que solo buscan satisfacción, con la respiración y el gemido del otro al punto de no aguantar más.
Llegué al medio día. Hacía ya unos cuantos años desde que no nos veíamos. E* es un viejo amigo, viejo contacto, de esos que nos estudiábamos en silencio cuando nos veíamos. Esta vez, tenía una invitación: quería desnudarme.
Pero no era eso de desnudarme físicamente, cosa que para los dos es fácil. Quería desnudarme más allá. Él sabía que era posible que existiera un Dan que vive en las redes sociales y un Dan que es más real, o digámoslo, más palpable. Que el uno puede ser tosco y frío, pero que el otro es más cercano y próximo. Que uno no te suelta ningún secreto y que el otro te los puede contar. Así, pregunta tras pregunta, fue explorando. ¿Me masturbo pensando en quien? ¿Me tocó el culo cuando lo hago? ¿Me dejó llevar por mis instintos? ¿Que have que me pueda correr? ¿Que siento cuánto encuentro a alguien en un sitio público? ¿Por qué me gusta sentir chorros y chorros de leche en mi cara, sin condición?
No se si es que existan dos. Si se que es cierto que doy una impresión más fuerte de la que realmente soy, o que aparento una coraza que hace que pueda intimidar. No se ni como destruirla o si es necesario destruirla. Pregunta tras pregunta, solamente se buscaba explorar más y más allá de lo que, en apariencia, estaba.
No me cierro a nuevas cosas, ni a nuevos fetiches. Ese fin de semana, estando leyendo en mi cuarto, mi teléfono sonó. Era una notificación de estas de una red social de citas, donde una pareja me escribe diciendo que le encantaba mi perfil. Ese día, tenía que entrenar y escribir algo para Twitter, recuerdo bien. No era mucho lo que debía hacer y tenía casi todo el día libre. ¿Una pareja? Por que no. Hacía mucho no tenía juegos sexuales y estaría bien un poco de diversión.
“Pues puedo jugar a lo que quieran”, contesté. “No tengo nada malo con el role play, con juguetes…” “O un cachorrito”, me responde.
Nunca había estado en esto de ser un cachorro. Si bien, me llamaba la atención el tema y me parecían que los hombres con máscaras se veían atractivos, jamás pensé que tendría una. Pero ahí estaba, a pocos mensajes de distancia, una oportunidad de probar algo nuevo, porque saben, no soy de los que se queda con los quizás en la punta de la lengua, menos en el sexo.
Horas después nos encontramos en la estación de tren. Era una pareja mayor, que tenia unos días por el pueblo y querían jugar un rato, más, si había una conexión con la otra persona al punto de querer darles confianza. Es algo a lo que se llama “safe space” o espacio seguro: un lugar creado por los participantes de alguna actividad sexual o no, hecho enteramente de la confianza. Es decir, una situación donde todos los participantes están libres de expresarse como quieran. Un buen ejemplo de espacio seguro es lo que sucede en una playa nudista, donde todos concuerdan en hacer nudismo sin restringirse al que dirán. Pues bien, con ellos dos, había un espacio seguro que habíamos creado mediante charlas, específicamente para ser un cachorro. Porque claro, ellos sabían que yo jamás había usado una máscara, solamente tenia curiosidad y sobretodo, no sabían si me gustaría o no.
“Hay reglas”, me dijo mientras tomaba la máscara después de sacarla de la maleta. Por ejemplo, no puedes hablar cuando la usas y solamente el amo dice que hacer. “Piensa que esto es un juego”, me indica cuando me la da en la mano. Él había sido cachorro antes y tiene ese juego constantemente. Su razón, al igual que los hombres que usan cuero, es que los cachorros no tienen miedo de expresar sus fetiches en público: el uso de la máscara es un código de juego, de comportamiento, que ni siquiera debe ser sexual. Para ellos, que yo, con mi 1.65 metros de altura aceptara ponerme la máscara era suficiente.
Pero claro, no para mí. Tomando la máscara, me la puse. El sonido se disminuye, la máscara no deja oír lo que puede afuera. El poliéster con que está hecha, aparta la luz del interior, oprimiendo la cabeza con esta nueva piel. Los orificios están puestos de forma precisa: los ojos para ver y en la boca, apenas el hocico para que entre aire, hocico que está abierto en su parte inferior. La máscara es entrar en la piel de otro, pero nada iguala a la sensación cuando uno se ve por primera vez en un espejo o en una cámara. Es una nueva realidad. Te dan ganas de, en ese anonimato, ser otro completamente diferente.
Cinco minutos después de tenerla, estaba ya en el sofá sentado como un cachorro. No porque me lo hayan dicho, sino porque intuía que esa era la forma que yo debía comportarme y sabía que a ellos les iba a gustar. Sabía que si jugaba con mi propia intuición, les daría risa o placer y me parecería apenas grato de mi parte que se sientan cómodos con tener a uno nuevo en este fetiche. De hecho, esa tarde, jugamos un tanto, me arranché en los brazos del otro, y hasta hablamos de como en los festivales de fetichismo, los cachorros salen con sus amos por la calle. Pensaba que, con mi estilo de vida, yo sería mas un perro callejero, sin amo, andando por ahí con mis propias reglas. Un “brat” como dirían ellos, haciendo referencia a un slang urbano.
”Puedes ser bueno en esto”, me decían. Aunque me repetían que un entrenamiento puede tomar semanas o meses, quedaron asombrados por la velocidad en que asumí ese papel. “¿Has leído algo?”, me preguntan. “Nada”, respondí. Ni sabía que habían reglas donde los dedos dan órdenes o hay niveles de orden si eres muy sumiso o dominante como cachorro.
Esa noche tuvimos sexo, dormimos juntos y desayunamos como era correspondiente. La máscara era, apenas, un juego de la noche pasada, apenas para que me tomara selfies e intentar caer en el juego. Mientras uno dormía, terminé desnudo en el sofá en brazos del otro, como un pequeño gesto de agradecimiento. Nada de palabras, solo caricias. Pero veo la máscara en la mesa, justo al frente. La misma máscara que ayer estaba jugando conmigo o yo con ella. Sin pensarlo dos veces, me levanté y me la puse. Quería volver a sentir eso que sentí al otro día: un borrado de identidad, un nuevo espacio, un juego de inocencia y perversión.
Puedo decir y confesar que esta vez, estando desnudo había algo distinto. El mismo silencio, condujo a todo. Estaba excitado de por sí, pero al otro le encantó verme esa mañana con la iniciativa de tomar la máscara y jugar. Fue entonces que me recliné en el sofá y me empecé a masturbar sin mediar palabras. Abierto de piernas, exponiéndome inocentemente, tocándome la verga, jadeando levemente. Lo hacía porque sabía que le excitaba. Por eso no dudó en escupirse la mano, dármela a lamer y utilizarme sabiendo que no tenía miedo en que me empezara a meter los dedos en mi culo.
En eso, entra el otro esposo por la puerta, después de despertar. Su cara fue de asombro al verme en el sofá, completamente desnudo, jadeando, mientras su marido me abría el culo con los dedos al m mismo tiempo que yo me masturbaba. La escena tuvo que ser fuerte para él: ¿como es que harás antes este muchacho apenas se ponía una máscara de estas y ahora lo tengo, en mi sofá, siendo todo lo que pensé que sería en semanas o meses? Mientras veía la escena, escuchándome solo jadear, no titubeó en sacarse la verga y metérmela en la boca. Los sonidos que yo hacía fueron silenciados automáticamente mientras lo único que hacía era siendo manipulado por los dos.
“Creo que está listo”, dice uno de ellos.
A lo que se refería era a que en ese punto, mi culo, no podía abrirse más. Pero como mi máscara no me permitía hablar, no hacía mas que obedecer. Entendí todo: era un sujeto se sumisión. No fue más que me pusieran de rodillas en el sofá, y con mi cara pegada al borde esperando a que uno de mis dos amos lo hiciera. No podía ver nada, la máscara no ayudaba a girar la cabeza pero en ese espacio oscuro no podía hacer más que esperar. Fue entonces que siento como una verga se empieza a deslizar dentro de mi, sin yo poder hacer nada. No necesitó darme duro, simplemente se deslizó dentro de mí y yo solo exhalaba jadeos animales. Era ese mismo placer que sucede cuando se hace gooning, de dejarse llevar por el placer animal y sus normas inexistentes de comportamiento: exhalar, respirar, entrar en trance, dejarse llevar por la masturbación. La diferencia era que no estaba controlando mi propia masturbación, sino estaba siendo un buen muchacho para mis amos.
Por eso mismo fui el juguete de ellos dos. Uno la sacaba, el otro la metía. Mis brazos estaban fuertemente agarrándose al sofá, mientras mi verga no hacía más que rebotar en cada embestida. Estaba muriéndome por tocarme la verga y explotarme en leche, pero no podía por puro capricho de mi amo. Porque ese placer propio estaba siendo sacrificado por beneplácito de él. Porque estas eran las normas del juego que me había comentado horas atrás y que jamás pensé que probaría. Yo, todo lo que hacia era jadear, dejando que mi saliva se escurriera por mi cara, mientras entre ellos estaban rifándose quién era el que iba a venirse primero.
No fue sino sentir que uno de ellos deslizara su mano por mi hocico para sostenerse cuando sabia que uno de ellos estaba llegando a su clímax. Cerré los ojos y solo pude sentir chorro tras chorro de leche caliente detrás, apenas oculta en su gemido ahogado. Yo sin poderme tocar, no había siquiera recuperado el aliento cuando de inmediato, su esposo, me entierra la verga usando la leche de su marido para tal fin. El sonido ya era de fluidos chocando, sus huevos pegando en mi culo a una mayor velocidad mientras que sentía cada vez más fuerte el olor de semen cerca a mi. Era mi amo, que había traído su verga para que se la lamiera. Era apenas suficiente para mí: los tenía a los dos y no sabía más que hacer: en ese momento salieron chorros de leche de mi, sin tocarme. Uno, dos, seis. No los ví. Solo tenía como me corría en un orgasmo intenso, al mismo tiempo que chupaba la verga de mi amo y que su marido hiciera lo propio conmigo: dejarme completamente exhausto, lleno y a la vez, feliz de ser su pequeño juguete esa tarde.
Me incliné hacia atrás y solo pude ver los chorros de leche en el sofá y sentir los de ellos dos escurriéndose por mis piernas. Me quité la máscara, para volver a ser yo y darles un beso a ellos dos por la iniciación.
“Brat”, dijo el que era ahora mi nuevo amo. “Eres todo un brat: pequeño, un sujeto de cuidarse, demoledor. Como un pitbull pequeño” “De hecho me gusta ese nombre”, respondí.
Ese día nació Brat. Y sí, desde que se devolvieron a su país, yo sigo siendo un perro callejero.
Si existe un elemento blasfemo en mi. Me lo han dicho en Instagram que porqué cuando promociono mi blog uso imágenes de vírgenes censuradas o cuando poso desnudo, lo hago haciendo alusión a alguna imagen católica. Pero claro, hay algo de morbo en eso y creo que viene de mi despertar sexual.
Mi primera mamada, sí, la primera vez que pude chuparme una verga fue en la sacristía de una iglesia donde yo era monaguillo. No, no fue a un cura, (ni fue a alguien adulto así que no se asusten), fue a otro monaguillo también con el que yo tenía mis juegos. Fue una hora antes del servicio de misa, mientras nos cambiamos. Una particularidad que ese día estábamos solos porque el cura debía irse a comprar algo, si mal no recuerdo. Los dos ya en ocasiones nos habíamos bañado juntos después de alguna piscina o de alguna salida al rio y que ya nos habíamos tocado en puro plan de juego.
Ahora bien, hay algo de morbo en jugar con esos límites. Que no, que no puedes o debes jugar con esas ideas, que hay cosas que se dejan quietas o moralidades que no se deben tocar. Y lo entiendo, dudo muchísimo en que llegase a tener sexo en una iglesia, pero ¿a quién no se le ha cruzado la idea de lo prohibido? ¿A quién no se le ha ocurrido coger dentro de un cajero, un bus o una piscina pública?
Porque nos encanta mover esos límites, más si tocas hilos de lo que no debería ser permitido. Que no debería masturbarme en una iglesia (y créanme, duré dos semanas pensando si debería o no publicar este video), pero…¿y por qué no? Si hace unos años, en una que no estaba abandonada, dos jóvenes acólitos dejaron el suelo de una sacristía con un charco de leche fresca.
Siempre he tenido un fetiche con el semen. Me gusta mucho cuando alguien se viene en cantidades y me frustra no poderlo hacer. De hecho, siempre he dicho que me corro como Colbón®. Un corrida densa, sin mucho fluido y sin casi nada de precum inicial (que me vuelve putamente perro lamerlo).
Desde hace un tiempo para acá he estado tomando complementos para el gimnasio, para aumentar la energía y demás que, tienen ciertos efectos secundarios. Leyendo en foros de pajeros y con varios amigos de paja que tengo en Skype, me he dado cuenta que es posible aumentar considerablemente la cantidad de semen si se toman estos complementos adecuadamente.
He estado haciendo un registro de mis pajas, registro que ven en el video. De izquierda a derecha, están grabadas en orden cronológico: la 1 y 2, dos pajas de hace unas semanas para terminar siendo las dos últimas (4-5) dos pajas que me hice hoy, esta misma tarde. Y si, jamás en mi puta vida me había corrido así dos veces seguidas.
Esta es una lista entonces de complementos que pueden tomar para aumentar su cantidad de leche. Por favor, antes de tomar alguna de estos suplementos y complementos, consulten con su médico o nutricionista. Algunos son naturistas, de venta libre pero otros aumentan la testosterona y deben ser consultados.
1. Maca. Es una planta que crece en el Altiplano andino. La maca aumenta el volumen y calidad del semen y combate la disfunción eréctil y es fácil de conseguir en tiendas naturistas. Es la que más he tomado este tiempo de prueba, llegando a unos 300 mg al día, que es “debajo” de lo recomendado (estoy tomando Testochem V8). La maca sola viene en polvo y en pastillas. En polvo se debe tomar 5-15 gramos por ración y en pastillas, se recomienda en torno a 400-500 mg.
2. L-Arginina. Es suplemento del gimnasio y notan que la cantidad de semen les ha aumentado. La L-arginina es fundamental para la creación de espermatozoides, de hecho, la espermina y la espermidina, los componentes principales de los espermatozoides. El consumo de este complemento debe ser de acuerdo a como lo diga el envase, normalmente viene en polvo. La ironía.
3. ZMA Zinc. Aumenta los niveles de testosterona. Es una fórmula compuesta por Zinc y Magnesio con Vitamina B6, que ayudan al mantenimiento de niveles normales de testosterona, además ayudan a regular la actividad hormonal (Vitamina B6). Recomiendan tomar dos cápsulas al día.
4. Pygeum es una especie de árbol que se encuentra en África. Su extracto es famoso porque aumenta la cantidad de precum, así que si tienes ganas de aumentar la cantidad de líquido preseminal, este es el arma secreta. Leer las instrucciones del envase, pero normalmente son 3-4 cápsulas al día.
5. Tongkat Ali 200 (Eurycoma longifolia) o Ginseng Malaya, es un suplemento herbario proviene de Malasia e Indonesia. Varios estudios han demostrado que esta hierba puede aumentar sustancialmente la producción testosterona en los hombres. El tongkat aumenta el tamaño de los testiculos, da erecciones más largas y ayuda a los multi-orgasmos. 1-2 cápsulas al día.
6. Ogoplex. Es un potente suplemento en cápsulas para mejorar la salud de la próstata y fortalecer la salud sexual en los hombres. Mi problema con el Ogoplex es que es carísimo, por eso creo que es el único que no probaría. Si se lo permite, es una pastilla al día.
Si debo recomendar directamente, L-arginina con maca sería la mejor formula para aumentar la cantidad de semen. Si consiguen Pygeum para agregar, mejor. Sin embargo, no sobra decir que es fundamental hidratarse mucho, dormir bien y bajar la cantidad de alcohol que se consume. Sin estos cambios, poco verán en aumento seminal.
Muy pocos te lo van a admitir. Que, cuando se viaja, todos los mochileros no tenemos tiempo para tener sexo cuando queramos, si es que, logramos tenerlo ...cosa que hablaremos otro día. Pero es algo muy, muy común que nos hagamos pajas en los hostales. Todo el maldito tiempo. En nuestras literas, a media noche, es común escuchar moverse las tablas de alguien al lado que solo quiere rápidamente sacarse leche sin hacer mucho ruido. En las duchas, todo el tiempo, habrá alguien que ha terminado de correrse y de dejar el agua lavar los chorros que dejó en el suelo.
Todo el tiempo los mochileros encontramos unos cinco minutos para masturbarnos, porque verán, cuando uno anda de viaje, lleva días, puede pasar días, sin hacer absolutamente nada. La misma velocidad de un viaje hacen que se nos sea difícil encontrar un momento de intimidad en nuestro cuarto, sumado a la dificultad que es poder encontrar cinco minutos de paz mientras todos estén fuera, o mientras se pueda cerrar la puerta.
En cualquier momento alguien puede entrar y encontrarte con tu verga afuera y o peor aún, corriéndote en el suelo.
Es casi hipócrita negarlo. Pero se asombrarían al saber cuanta gente lo hace, día a día, en su litera.
Puede parecer estúpidamente sencillo. Es de hecho, completamente anti-sexual. No, no hay atracción, más allá del mutuo respeto, pero era la primera vez que nos veíamos desnudos, como lo más normal del mundo. Solo fue el impulso de quitarse la ropa y confiar en que yo le tomara unas fotos desnudo.
Dos amigos, sin ninguna intención de por medio, más allá de entendernos en nuestros cuerpos. Era la primera vez que lo veía desnudo y él a mi. No tuvimos nada sexual, ni lo tendremos pero con el paso de las horas y los días, la confianza aumentó tanto que nos confesamos secretos inconfesables.
Todo por la confianza de estar desnudos uno al otro.
Cementera abandonada de Atarfe (La Porla) 3:30 pm.
Le tengo miedo a las alturas. Es uno de esos miedos estupidos que aún no puedo superar, y que la única forma de romperlo es irónicamente cuando estoy ebrio. Precisamente, el brincar en edificios abandonados es lo que me ha llevado a que, lentamente, me deshaga de él. ¿Por? La ridiculez de treparme en sitios que en cualquier momento se van a desplomar.
B* fue mi primer compañero de urbex. Nos conocimos en Bulgaria y esa misma noche, terminamos en un edificio abandonado de Veliko Tarnavo donde subimos al techo, pasando por grandes agujeros que, cuando regresé días después, no pude pasar.
Esta vez, ha llegado a mi casa y hemos rentado un auto. La idea era recorrer sitios por toda Andalucía.
“Mira, ahora ando tomando fotos un tanto … desnudo”, le dije. Me miró con una cara de complicidad ajena, de esas que juzgan sin palabras. Lo hizo porque sabía que con él no habría problema. Pero él, contrario a yo, nunca se había tomado una foto desnudo haciendo urbex. Es más, nunca nos habíamos visto desnudos, después de tres años de amistad.
Entramos en la fábrica y había una vieja torre de descarga, donde toda la parte central había colapsado. Para treparla habían unas escaleras demolidas, pero arriba, en el vacío, yo quería estar desnudo.
Pero a mi me dan miedo las alturas. A él, estar desnudo al frente mío.
Pero fue suficiente para ponernos de acuerdo en lo que iba a suceder. Él me ayudaba a treparme por el concreto destruido de la fábrica para que del otro lado me tomé fotos y yo, le doy la confianza para que se desnude en frente mío y tomarle fotos.
Me dio indicaciones de donde pisar, donde agarrarme y como. Se trepó y ayudó a darme la mano para subir y saltar los agujeros del suelo. Fue entonces que pude llegar a treparme en la torre y desnudarme en frente de él. Ahí salió esta foto.
Al bajar, me mira con esa cara de complicidad y dándome su teléfono celular me dice de forma pícara: “ahora es mi turno”. En eso se quita los pantalones y se ríe.
Hoy decidí salir con un gran amigo. Apenas llegó a Málaga, rentamos un auto y salimos a recorrer lugares abandonados. Sabía que le gustaba el urbex, ya que lo hemos practicado pero jamás nos habíamos tomado fotos desnudos, aunque ambos queríamos. Es más fácil uno al otro, ¿no? Él es heterosexual de hecho, y no sabía como se lo iba a tomar.
Este fue el primer momento de desfogue. De probar si lo podía aguantar. De hecho; nunca me había visto desnudo antes. Puse la cámara y me empecé a masturbar.
No tarde mucho en darme cuenta que él estaba viendo.
Esta semana decidí parar las publicaciones para saber qué iba a suceder con OnlyFans. Decido seguir publicando hasta que la plataforma no de más. Para el 1 de octubre (cuando se supone que los nuevos cambios se implementen) tendré todo mudado a otra plataforma.
Por ahora, volveremos a la programación habitual. Para más información sobre mi postura sobre los cambios de OnlyFans, hice historias en Instagram.
Tengo un pequeño lío en el gimnasio: la masturbación. Ni lo hablo con colegas del gimnasio, esos que uno se encuentra de forma aleatoria en los vestidores o en las duchas. ¿Que si es bueno masturbarse antes de entrenar o después? Que unos dicen que después, porque tener sexo o masturbarse disminuye los niveles de testosterona en el cuerpo, que es la hormona del crecimiento muscular.
Pero si claro, antes de ir, me gusta jalármela un rato. Cómo poner las baterías a algo que vas a usar. Y si, juego un rato con mi verga, haciendo edging, yendo casi listo y energético para entrenar. Voy, entreno, sudo, voy a esos vestidores y a las duchas. Los veo desnudos, ellos me ven a mi.
Ese edging, esa jalada sin orgasmo al parecer ayuda. He leído que incrementa ciertos niveles de dopamina, prolactina o serotonina, cosas que no entiendo, pero que según dicen, ayudan a que el músculo no duela tanto después de entrenar.
Confieso que si me hago una paja antes, llego desganado al gimnasio, porque como han visto, soy muy energético con la forma que me la hago. Me gusta escupir, darle a tope, poner audífonos y hasta ser verbal (hacer chat con algún amigo de pajas). Por eso durante todo el tiempo que ando en el gimnasio, confieso, estoy fabricando precum como enfermo.
Cuando llego a casa, el asunto es más fácil aún. Es cuestión de quitarme la ropa, y sin ducharme aún, sacarme toda la leche posible. Hoy por ejemplo, no podía dejar de pensar en los vestidores. No podía dejar de pensar en aquel que me gusta y que por fin vi desnudo.
Es como la mejor gasolina para una paja.
Háganlo. Ya verán cómo estarán el resto del día con energías a tope. Irónicamente.
No es que sienta morbo o fetiche por estar desnudo. Soy exhibicionista total, no le veo problema. Puedo andar sin ropa fácilmente, por cualquier lado, y eso, quienes son amigos míos lo saben. Por eso T* quería fotografiarme y quería hacerlo en un lugar especial que tenía en un pequeño estudio en el Born. Sabía que me gusta hablar, que soy de mucha lengua (como diríamos) y que me sentiría cómodo con una pequeña ronda de conversaciones en una pequeña tarde de café negro.
Hablamos de lo que me hace cómodo y de lo que no. Del porqué me gusta estar desnudo y porque no veo problema en que la gente lo haga alrededor. Le hable de lo cómodo que me hace sentir con mi cuerpo, sin importar si la gente me considera errado o no.
Me pregunto que ropa interior tenía. Y si no tenía problema con unas fotos.
El punto era que, entre esas conversaciones se dio cuenta que no tengo muchas fotos de espaldas, que tal vez porque no me las he tomado o no tenía quien lo hiciera.
— ¿Pero te gusta ser pasivo, no? — Lo disfruto mucho. — ¿Te has dado cuenta que no tienes fotos de tu culo?
Y es cierto. No tengo, hasta algunos aquí me han preguntado por eso. Si han visto mis vídeos, mis manos se van en algún punto a tocarme el orto, buscando más placer aún. T lo sabía, y precisamente quería sacar eso de alguna parte, mezclándolo con lo que sabe en el fondo me gusta.
Abre entonces la terraza. Un montón de tejados de la ciudad catalana están alrededor.
— Vale, haremos esto. No mirarías a la cámara, no das vuelta atrás. Vas a asomarte por el borde, mirar abajo, piensa que alguien puede aparecer en cualquier momento y tu vigilas. Quiero que te montes en ese escenario.
Y así hice. Sin mirar en ningún momento atrás como regla de oro de esa tarde. Saben, cómo cuándo Orfeo está rescatando a su amada del infierno con la única condición de no mirar atrás.
Yo solo podía escuchar la cámara y sus preguntas. ¿Que me hace sentir incómodo? ¿Que siento cuando estoy solo? ¿Que hace falta para sentirme en confianza? Preguntas que me hacían sentir más y más relajado. Que no evitaron sino que ayudaron a que en un punto me quitara la ropa interior.
Finalmente, las fotos empezaron a salir. No me importaba quien estuviera viendo, era yo y la ciudad. Como aquella vez que en un balcón en Bangkok estuve con dos sujetos completamente desnudos y -mojados-, sin importar lo que todos alrededor veían. Supongo esa es otra historia.
Porque me gustan los ojos ajenos, pero también sentirme en calma. Que nos sintamos todos en calma. Levantar la pierna y dejar mi culo expuesto, por ejemplo, como acto de confianza. Dejar que la lujurias se tome un poco el lugar y yo, sin poder mirar atrás.
Entonces esa fue la ultima foto. Apagó la cámara y dejándome en el bordillo de la terraza, se acercó a terminar con su lengua lo que había empezado una hora antes.
Fue una de las mejores mamadas de culo que me han hecho en la vida.
Muchos pajeros (diría, todos lo somos) pensamos en la paja como algo de hacer, darle velocidad y salir del paso. Llevaremos casi que años así, desde la adolescencia, viendo a la paja como una herramienta de orgasmo casi que de emergencia. No nos damos cuenta que el mismo orgasmo puede ser aumentado si lo queremos. El edging por ejemplo, fue algo que aprendí porque uno de mis compañeros de paja, hace unos dos años, me empezó a retar a sostener el orgasmo durante un tiempo. De hecho, recuerdo que habían dias donde podíamos estar en cámara unos 30 minutos con la regla de no podernos correr y esperar al día siguiente.
Que eso a mí me parecía un puto error sin lógica.
Con el paso de las semanas, y los meses empecé a ver que la cosa cambiaba: que si sostenía la paja y le "daba gasolina" (como él decía) era aun más intensa. Empecé entonces a jalármela, a ratos, manteniendo siempre la excitación en una constante. Cuando me meto a un sitio abandonado o cuando estoy solo en mi casa, por ejemplo, puedo simplemente jalarla e ir poniendo en espera la corrida final. Hasta hay días donde ando trabajando y debajo del escritorio me la estoy jalando lentamente sin siquiera pensar en sacarme leche.
Eso es edging.
En el proceso uno descubre cuales son esos fetiches que hacen que se dispare: que si oler las axilas, que si escupirse la verga, que hasta el mismo placer casi egocéntrico de verse en un espejo o en una cámara. Todo es válido. No lo piense como una paja incompleta, sino como una paja muy larga, que requiere su tiempo para llegar a pegársela a tope al final y que si tienen dudas, ahí está el video del sofá.
El edging incluso da pie a que te dejes llevar por la masturbación en si, y deje que el cuerpo se exprese como se le de la puta gana. Es ahí donde después de una prolongada sesión de edging, un hombre cae por completo bajo el influjo del placer y nace el gooning. Salen gestos casi animales, exhalas, tuerces la boca, escupes, se escurre la saliva...cosas que parecerían ridículas si se ven fuera de contexto y que incluso aquí estoy explorando cómo hablarles del tema. Aunque en este video pueden ver que tocaba en varios segundos ese inicio al gooning.
Pero supongo que eso será material para otro post. ;)
No es que me diera pena entrar a edificios abandonados. Existe el morbo de estar donde algo estuvo y entender que nada de lo que somos dura para siempre. Lo que hacemos se borrará y se perderá.
¿Así que por qué no ser parte de eso mismo y simplemente dejarse llevar? La misma soledad de estar en un espacio que por algunos momentos es propio, es apenas suficiente. Si estoy cómodo termino siempre haciéndome una paja, jugando con mi leche, probándola, escupiéndola, volviendo a jugar. Es porque vuelvo el sitio mi lugar de recreo y apenas es propicio para que juegue como si nadie me estuviera viendo.
Me he sentado en un bar de la zona universitaria a tomarme un Vermut. En eso, al estar sentado finalmente luego de horas de hace cruising, noto que en mis bermudas hay una enorme mancha de semen, ya seca pero que evidenciaba lo que apenas sucedió horas atrás, entre un seguidor, sus ganas de explicarme Barcelona y un chico que simplemente se dejó llevar.
Me había visto con F* ese día para ir una una playa nudista, salir de copas y hablar sobre la vida de esta ciudad mediterránea. Justamente tenía interés en explorar el cruising del Montjuic, donde si ha leído en algún post anterior, tuve una sesión muy fuerte con Paco y Manolo, pero que por la hora, no pude disfrutar nada de lo que a mi, y tal vez a usted, le gusta. Cruising.
— Vamos por ahí a eso de las 7:00 pm, hay muchos manes corriendo. — Vale, pero no es que quiera estar mucho tiempo, le respondí.
Cabe acotar que F* es de hecho, uno de mis seguidores de Instagram. No era la primera vez que me iba de cruising con algún seguidor, lo había hecho en Lisboa con uno donde terminamos en una pequeña orgía en un bar de la capital lusófona. Con F* sucedía que, teníamos cierta conexión que ese día se había solidificado y que ambos coincidíamos por nuestro gusto en el cruising, tanto de las cosas que había leído como de las que había hecho.
Fue así como terminamos media hora más tarde en las faldas del Montjuic, uno de los sitios de cruising más importantes de Barcelona. Impresionante es que además de ser el más grande, está en uno de los sectores turísticos más importantes. Entonces, en sus caminos, los turistas pasan como si nada al lado de los practicantes de cruising y es como si los primeros estuvieran tan ensimismados que no se dan cuenta de los segundos,
Eso lo hablaba con F, mientras caminábamos por los senderos y veíamos a manes comiéndose la verga entre ellos, tapados por los matorrales a escasos metros de distancia de los transeúntes. No, nadie se daba cuenta de lo que sucedía.
Hubo un momento en que se dio vuelta y se fue a mear. Así, repentinamente, me pidió un momento y alejándose unos metros se puso a orinar en un árbol. En tiempo casi récord, en esos segundos que parecieron minutos, ha pasado un chico a mi lado, con una cara preciosa y con una lata de Coca-Cola en la mano. Al sostenerle la mirada era evidente qué quería hacer. Se acerca, me agarra el paquete, que ya estaba semiduro luego de la acción que había visto metros atrás y sin pensarlo dos veces, me baja el cierre del pantalón y me saca la verga.
Ahí, a la vista de todos. Excepto de uno.
F seguía meando, aunque ya estaba sacudiendose las últimas gotas que todos sabemos, quedan siempre en el bóxer. No fue sino darse vuelta y verme con el pantalón abierto y con un chico pegándome una mamada. No era la imagen que quería que viera, más que nos acabamos de conocer pero fue esa misma adrenalina la que me insistió a seguir.
Hubo un momento de duda en su cara. De saber que en segundos algo estaba pasando y que, con nuestras conversaciones, se suponía que ni iba a pasar. Que solo íbamos a mirar y ya. Pero no, pudo más el morbo del momento y eso fue suficiente para que se acercara hacia mi y sin dudarlo, terminara sacándose él también su verga. El chico, ya arrodillado y con sus pertenencias a un lado de mis piernas, solo no podía dejar de pensar en que en unos segundos ya tenía dos vergas específicamente para él. Mientras más la chupaba, más fuerte quería que les diéramos. Entendió en segundos que F y yo a pesar de apenas conocernos, ya sabíamos que nuestra misión ahí era como colegas, ayudarnos mutuamente a pasarla bien.
— “Dan, venga, clávalo”, me decía mientras sujetaba su cabeza y hacía que toda mi verga se le fuera dentro de su garganta. Alrededor habían dos mirones, tocándose, viendo como dos colegas empezaban a usar a un chico a su antojo, mientras en su cara ya algunas lágrimas tenía al atragantarse constantemente entre nuestras vergas.
Entonces lo sujeto y con mi otra mano, tomó la verga de F y se la hundo perfectamente en la boca. Lo hacía con fuerza, para que ellos dos pudieran tener la misma manada que segundos antes yo había tenido. F, quien no podía dar crédito a lo que pasaba, solo seguía mis instrucciones de seguir atragantando a nuestro invitado de la tarde, mientras yo, escupía su verga para hacerla más fácil de deslizarse en él. Una, dos, diez veces, este tercer chico no hacía más que succionar a mi compañero de caminata, como si estuviera enviciado por chupar verga y tragar semen.
En eso F* casi sin poder respirar, dice que se piensa correr. Sujeta su verga con una mano, sacándosela de la boca al otro chico quien se dispone a abrir la boca. Era casi en una fracción de segundo donde al ver la escena, no pude controlarme. En una fracción de segundo, me puse de rodillas al suelo y abriendo mi boca, al lado de nuestro invitado, fue apenas el último pedazo del orgasmo que necesitaba para correrse. Uno, cinco, quien sabe cuántos, pero en un abrir y cerrar de ojos, ambos estábamos cubiertos de leche espesa, que ni hacia sino llenarnos la cara, con hilos que compartíamos entre rostro y rostro. Mientras nos besábamos y le limpiábamos la verga a mi nuevo amigo, gota a gota que quedaba en la barba del otro nos la íbamos pasando a nuestras bocas. Era como si nada se pudiera perder.
En eso, nuestro invitado se termina de limpiar y tras intercambiar nuestros perfiles de Instagram, nos separamos. Al llegar al carro, algo me dice que no se si era buena idea volver…al fin al cabo, yo no había terminado de correrme.
— ¿El metro está cerca, verdad?, le pregunto. — Si, pero no se preocupe, yo lo llevo. ¿O se quiere quedar? — Si, es que tengo una idea, respondo.
Tomé mi morral y volví de nuevo a los jardines del Montjuic, esta vez con el sol ya yéndose por completo. Me despido de F, y tomo el celular para comunicarme con G*, a quien ya le tenía nombre después de intercambiar contactos.
Le digo que voy a volver. Que espero que siga en los jardines. Y que quiero darle leche.
Él responde que si.
Al volver al sitio, ahí estaba. Aún su barba parecía que tuviera la misma leche de mi amigo. Solo eso bastó para hacer que me sacara la verga en el lugar y llamarlo con mis manos para que se arrodillara y terminara lo que había empezado horas atrás, cuando el morbo del lugar lo llevo a tocarme el paquete.
De rodillas, pegado a mi verga, mi ingle, mis bolas, G* estaba casi desesperado por tener leche de nuevo. Lo miraba con lujuria, como sabiendo que de ahí no podía irse hasta que no terminara de sacarme lo que él se había buscado, mientras le abría la boca con los dedos, escupiéndole y obligándolo nuevamente a atragantarse. Alrededor habían nuevamente un grupo de mirones, hombres de todas las edades, unos tres, masturbandose de ver con qué rabia y deseo estaba usando a G* por segunda vez en el día. Y es que no podía dejarlo ir sin que se fuera lleno, tanto del uno como del otro.
No fue sino en un momento casi límite, donde mi verga terminó de entrar toda en su garganta y sin atragantarse que mis chorros empezaron a salir uno tras otro. Mientras me corria, lentamente la sacaba, asegurándome que toda su boca quedara completamente inundada de mi leche, como si preocupado estuviera porque cenara esa noche. Todo confirmado cuando la he logrado sacar y unas espesas gotas de mi leche salieron al instante. Como sospechara, evidentemente no podía dejar que se perdieran me dispuse a lamerle los labios, para probar también mi propio jugo.
Terminamos bajando la montaña a buscar agua en algún quiosco, para también lavarnos las caras y reírnos un rato. Terminó siendo un chico muy simpático, además de lo bello que era, con un carisma envidiable. Es que, de hecho, terminé ese día haciendo dos amigos, que por casualidades de la vida y de, morbo, se conocieron en el mismo lugar.
Esa noche subí la fotografía a Instagram y G* la logra ver. Si, es la leche que había compartido con él, aún pegada en mis bermudas.
O mejor dicho, era la leche de un nuevo amigo, que había compartido con, si, un nuevo amigo.
¿Que tanta es la confianza que tengo con mis amigos de paja? La suficiente como para que pueda quedar en su casa a dormir. Y claro, dormir desnudo, cómo debería ser siempre. La suficiente como para que al despertar por la mañana y mientras desayune, revise las fotos de mi celular y encuentre que mientras dormía, me tomó una fotografía en mi más pura vulnerabilidad.
Sinceramente, he estado pensando mucho la idea de hacer un curso de fotografía para desnudos, para putifotos, uno muy XXX. Y ya hoy me puse en la tarea de ordenar ideas.
¿Que te gustaría aprender en ese curso? ¿Algo en que mejorar?
En el cruising no importa quién sea. No importa si usted es casado, soltero, joven, maduro, heterosexual o gay. Es un momento de encuentro sexual entre hombres, en el que el único motivo es el morbo en sí; es la epítome del sexo, del placer y del colegueo. Porque resulta que entre nosotros, entre hombres, somos competitivos y a la vez morbosos: al crecer, nos daba curiosidad quien la tenía más grande o nos invade las ganas de mirar de reojo al man del lado mientras está meando. Siempre tenemos curiosidad por aquel paquete que vimos de reojo o simplemente saber de una vez por todas si en verdad un hombre sabe chuparla mejor.
Lo considero algo territorial incluso: el tener encuentros en sitios públicos, es nuestra forma de adueñarnos de sitios donde normalmente nos excluirían. Es así como marcamos territorio. Hacemos de los parques nuestras zonas de recreo por las noches, porque de otra forma, no nos dejarían hacer lo que queremos hacer. Hacemos de los baños nuestros búnker, con la complicidad de otros hombres, que con su misma indiferencia incluso, nos protegen las espaldas.
Lo he hecho en muchas partes. Me han chorreado leche en muchas partes y obviamente, yo a otros. En el metro, en una playa nudista, en los baños de algún centro comercial, en un parque, etc. Cada sitio tiene su propia adrenalina y esa adrenalina es contundente a la hora de correrse: esa sensación de jugar con el límite del placer y de ser atrapado, de regalarle un orgasmo a alguien y que él lo haga contigo.
Pero sobretodo, hay algo en el cruising que me arrecha de sobremanera: es puro instinto y cortejo básico. Se vuelve hasta una satisfacción al ego el que nos levantemos a alguien con la mirada, sin ayuda de aplicaciones, de forma bruta y directa. Que se logre sin palabra alguna hacer que un desconocido llegue al orgasmo, el salir del sitio con la complicidad, esa sensación de poder, casi animal, de salir a la calle de nuevo, a la vida publica, con la ropa interior inundada o con la barba aún escurriendo, son elementos que aumentan el carácter placentero del cruising-
Por eso he escrito estos seis pasos para un cruising seguro, placentero y directo. Es la sumatoria de todas las experiencias que he tenido, más los resultados de varias consultas que me han hecho al buzón de mensajes privados, dónde he leído a más de uno que le ha perdido el miedo a probar.
Así que, saque lápiz y papel y porqué no, sáquese la verga.
1. TANTEE EL TERRENO.
Antes de hacer cruising, si no lo ha hecho antes, investigue en su ciudad o en el sitio donde viaja dónde se puede hacer. Busque por ejemplo en Twitter cuentas del tipo "cruising -inserte ciudad-" o ponga en el buscador. Normalmente son parques, centros comerciales o playas nudistas. Si toma la decisión, sepa que muchos de esos sitios tienen códigos de horarios: puede que los oficinistas vayan después de almorzar, que los padres de familia se la pasen los fines de semana o universitarios al final de la tarde. Una vez en el sitio, mire bien quienes están ahí: sospeche de la gente que se la pase mucho tiempo merodeando, mirando a otros hombres de reojo. Sospeche de aquél que esté mucho tiempo "meando" o del que se toque el bulto con frecuencia. Se dará cuenta que ese sitio es el indicado.
2. HAGA CONTACTO VISUAL.
En el cruising el contacto visual es la clave. Olvídese del tap, del like o de esas guevonadas: en el cruising, el cortejo es directo y sin filtros. Si le gusta alguien, mírelo. Vea y lea su lenguaje corporal. ¿Le sostiene la mirada? ¿Se toca el pantalón? ¿Se muerde los labios? Esos son gestos de cortejo. También lea si él dice que no con la cabeza, y entienda que hay gente que puede decir "no" y eso hay que aceptarlo. Pero si lo invita a seguir a algún sitio, si se expone la verga indicando que se la toque, ya puede empezar. Claro, también puede ser usted el que lo haga.
Lo cual me lleva al siguiente punto:
3. PIERDA EL MIEDO.
Atrévase a incitar a otros manes, si este le gusta; sostenga la mirada, no deje de atraerlo hasta que se decida. Recuerdo, por ejemplo, en un recoveco de un jardín, que me planté al frente de una mamada que le estaban haciendo a alguien que me gustaba. Lo clavé tanto con la mirada mientras me masturbaba al frente, que tomó la decisión de invitarme de una vez. No piense tampoco en el qué dirían porque se sorprenderá al saber la cantidad de manes que hacen cruising y verá que es más normal de lo que parece.
No sienta vergüenza. Disfrute.
4. VAYA LIGERO.
Al cruising, si va directo a él, vaya sin muchas cosas: nada de joyas, objetos de valor, cosas pesadas, etc. Algunos sitios pueden ser riesgosos o pueden estar custodiados por la policía, así que no querrá verse metiendo todo en un maletín en diez segundos. De la misma forma, mire la ropa: váyase con una sudadera, que sea fácil de bajar cuando alguien le pida mamársela y así está listo para dar leche a quien le corresponda.
5. TENGA SEXO SEGURO Y RESPONSABLE.
El punto crucial del cruising es hacerlo de forma responsable. En mi caso, me gusta estar siempre chequeado de enfermedades porque bueno ... es responsable y punto. Si alguien le dice algo, o lo juzga, haga que le importe un rábano. Es algo que todos debemos hacer, sean gays o no.
No me gusta el sexo anal en el cruising, pero hay quienes que sí; así que por favor, lleve condones y buen lubricante; trate de no dejar regueros o basura por ahí. Si va conmigo, no se preocupe por la leche, esa se toma. ;)
6. ESTÉ SIEMPRE ATENTO.
Finalmente, mire a su alrededor. Tenga en cuenta que en el cruising hay un factor de riesgo y que policías o vigilantes pueden estar dando vueltas. Entonces, siempre piense en su seguridad y en no dejarse atrapar si las cosas se tornan mal; aunque confieso, esa adrenalina hace que el cruising sea más placentero. Por último, si ve gente que están haciendo cruising o buscándolo, no las incomode o las denuncie. Como le decía al comienzo: son espacios de interacción masculina, adulta, donde para muchos hombres, son los únicos espacios seguros para tener placer.
Lo digo con conocimiento de causa: mientras alguien me la chupaba en el metro de Ciudad de México, había otro que vigilaba que nadie entrara al vagón. ¿Cree que conocía alguno de los dos? No.
Solo era puro colegueo.
¿Qué experiencias de cruising ha tenido? ¿Qué le gustaría agregar?
___________________ Revisión y re-publicación del post. 13 de Julio.
Se que puede estar extrañamente ligado a algo que tengo dentro, el que cada vez que entre a un sitio abandonado sienta una mezcla entre tensión y excitación. Pero claro, es estar excitado en toda regla, tanto de saber que estoy solo y que el sitio es todo para mi como a su vez, la de descubrir cosas abandonadas a su suerte e imaginar su uso años atrás. Es ese sentido de propiedad, de apropiación, de trazar los límites entre lo legal y lo que no, y de pensar que podría ser descubierto en cualquier momento lo que me lleva a un grado mayor: el de masturbarme, o el de tener sexo. Porque todo se trata de ser dueño de algo, desde una casa abandonada, como de un orgasmo.
Había recibido un mensaje en el chat. Un colega pajero de Barcelona, que me habían recomendado, me preguntaba si tenía tiempo para una sesión de paja en su casa. Básicamente se trataba de ir a visitarlo, ver porno y hacernos una paja juntos. Después de una breve charla donde compaginamos gustos, me preguntó sobre mi trabajo o mi paso por la ciudad y caernos bien, aceptó mi visita.
Entro en su apartamento, donde me recibe un sujeto vestido solamente con su ropa interior que me hace pasar sin miramientos a la sala. 1.95 metros de altura, unos diez años mayor que yo y bastante educado. En la mesa solamente reposaba un portátil con porno que previamente habíamos elegido, de varios amigos haciéndose una paja juntos, una botella de agua y un frasco de Albolene, una crema lubricante que es para muchos de los pajeros, una de las mejores para hacerse la paja.
El sofá estaba recubierto por una enorme toalla. Por experiencia podría decir que una buena sesión de pajeros siempre va a llevar una fuerte sudoración y siendo este un verano algo caliente en Barcelona, era cuestión de minutos para que sudáramos como animales. Porque todo fue así. En la pantalla corrían escenas de friendly fire, una categoría del porno donde dos o mas hombres se masturban cerca y se corren sin tocarse sus cuerpos, muchos usando el semen del otro para terminar de masturbarse. Una práctica que aunque no lo crean, es muy común entre heterosexuales y bisexuales. Resultaba interesante que para él y para mi, coincidiéramos en aquél gusto.
“¿Te gusta?”, me pregunta en tono informal. “Si, déjalo. Está buena la escena”, respondí mientras me desnudaba rápidamente frente a sus ojos. Al quitarme la ropa interior, una gota pesada de precum salta por el aire a lo que ambos nos miramos en complicidad. “”Es que llevo mucho sin paja desde que me estoy quedando acompañado en el cuarto”.
Lado a lado, cada quien con su verga en mano, nos empezamos a pajear. “¿Tienes prisa?” a lo que respondo que no. Es que en las sesiones de paja no puede haber prisa. Uno va al ritmo que el otro indique y con él las cosas iban un tanto a ritmo constante. Me pasa el Albolene y cada quien saca su porción suficiente para lubricarse la verga: la crema, algo pastosa, tiene un comportamiento térmico muy arrechante que hace que la erección se ponga a tope del calor que genera la fricción, siendo algo interesante ya que no es un producto pensado para eso. Me di cuenta inmediatamente al empezar a subir y bajar el ritmo de mi paja junto a la de él. Nos dimos cuenta casi al unísono que esto iba a largo.
Como han visto en muchos videos, tiendo a abrir mucho las piernas cuando me masturbo, algo que no demoré en hacer. En ese momento, agarra mi pierna y la pone sobre la suya preguntándome si quiere una cruzada. Una paja cruzada es propia de esto de “coleguear” -como le dicen aquí en España- donde uno agarra la verga del otro y a su propio ritmo impone la velocidad, presión y control del orgasmo del otro. Sin importarme mucho, dije que sí sin tener idea de lo que iba a pasar: sujetándome fuerte la verga, liberando la presión a ratos, poco a poco controla la velocidad de lo que estaba sucediendo mientras imitaba su velocidad con mi mano. Esa era la idea, ver como responde el otro a los ambos hacemos imitándonos. Cerca y más cerca, su respiración estaba en mi oido mientras yo, contraigo y sin poder parar su velocidad me iba dejando llevar más y más.
Y me corrí. En su mano quedó una espesa gota de leche que salía lentamente de mi. Alcanzó a decir algo que intuía sorpresa, por haberme corrido sin llegar más tiempo de lo pensado. “Tranquilo, sigue”, le respondí.
Mi verga no bajaba y sabía que en mis guevos aún había mas leche que sacar. Uno lo sabe, tu también, cuando se sienten pesados y después de varios días no hay momento para sacarse leche en paz. Se lo hice saber y entonces no fue sino continuar. El sudor a estas alturas era tan lubricante que la misma crema. La respiración se cortaba mientras empezábamos a ser verbales y a depender del otro para la paja. Ambos sabíamos que nos gustaba el gooning y fue cuestión de abstraernos en la masturbación para que casi automáticamente empezáramos a jadear y a que la saliva corra libre de cada quien. Cuando se goonea, se babea como animal. La respiración se agita. Lo único es tu verga y nada más. Los ojos se blanquean. Es una práctica tan extraña, es un estado mental tan indescriptible el centrarse únicamente en masturbarse que uno se vuelve ajeno o tal vez, uno se vuelve lo que realmente es. Por eso son pocos los videos de gooning en internet, ya que muchos no nos reconocemos cuando los grabamos o incluso, es extraño practicarlo con alguien que no ande en lo mismo, ya que puedes verte ridículo si el otro no está en la misma práctica.
Pero a él no le importaba y lo hacíamos juntos. Los guevos, estaban uno frente al otro mientras con mi mano, masturbaba ambas vergas mientras él aplicaba más lubricante. Las gotas de sudor caían y la saliva que descontroladamente chorreaba sobre nuestras vergas apenas eran la ayuda que necesitábamos. Frente a frente, sujetándome mi cabeza con fuerza a su propia frente, seguíamos desesperadamente intentando sacarnos leche. Escupiendo hacia abajo, escupiendo al frente, sudando fuertemente, sin importar lo que sucedía en el portátil.
El ritmo estaba tan acelerado y era al unísono que era cuestión de minutos para darnos cuenta que el punto de no retorno se acercaba. El trato era simple, el que primero se corriera era el que podía echársela en la boca del otro. Así que, frente a frente sentados estábamos compitiendo por cual de los dos iba a perder o a ganar, dependiendo del punto de vista. Como si fuera una carrera contra reloj, me mira fuertemente a los ojos y alcanza a decir mi nombre. Perdí. Me empuja del pecho acostándome en el sofá y en dos segundos ya tenía su verga en mi boca. Uno, dos, cinco chorros de leche caliente caían en mi barba. Por segundos pude haber ganado ya que al momento de sentirlo, ya estaba corriéndome con él, a más cantidad que la primera paja que nos habíamos pegado una hora antes.
Uno al lado del otro nos sentamos mirándonos y riéndonos.
“¿Dónde dices que trabajabas?”, me preguntó nuevamente mientras se levantaba a traer una toalla.
No puedo decir que no me dan ganas. O que no me antoja hacerlo. Que el peligro en que estés exhibiéndote es suficiente morbo para continuar haciéndolo. Que cuando estás rodeado de otros, que les gusta lo mismo que a ti, es un pase directo para dejarse llevar y, por qué no, unirse los que quieran unirse y compartir una paja como si de colegas de toda la vida se tratara.
Porque eso es lo más interesante del cruising: que por minutos, la confianza es como si existiera por años. Y en segundos, nunca nos conocimos.
Hoy me sentía un tanto exhibicionista en el gimnasio. Y no, esto no es una de esas historias largas del OnlyFans (que podría haberlo sido si alguien entraba en ese momento)
Aunque un vídeo desde el gimnasio no está mal. No sería la primera vez.
A lo lejos, parece una de las montañas más hermosas de Barcelona. Una alfombra verde que fue sede de una exposición universal hace ya casi un siglo y que le ha dado extrema relevancia a la ciudad.
De cerca, es un laberinto del pecado. El Montjuic, es tradicionalmente el sitio de cruising de la ciudad, donde cientos van todos los días a que desconocidos de todos los rincones de la ciudad se pierdan entre sus caminos para coger sin límites, para sacarse leche bajo el amparo de un bosque urbano.
Allí es donde me han citado hoy. De hecho, a los pies de una obra maestra de la arquitectura, creada para esa exposición universal. Ellos, Paco y Manolo son dos fotógrafos que tienen una revista sobre la sexualidad masculina, sus desenfrenos y sus vivencias. Hay gente de todas partes, de todos los estratos sociales y de todas las condiciones económicas, como el cruising mismo.
Pensaba que era un punto de encuentro más para de ahí ir a un estudio. Llegue aún un tanto apesadumbrado, de capa caída porque era una cita a las 9:30 am en un país que se va a dormir a las 2:00 am. “Es porque a esta hora hay una linda luz” dice Manolo, luego de saludarlos a mi llegada. “Y también, es porque hay poca gente” completa Paco.
En ese momento supe hacia donde apuntaría todo. Si bien era una sesión de fotos desnudo, lo era al aire libre, en una de las zonas de cruising más grandes de Europa. Hablamos que en sus fotografías, querían explorar la sexualidad de sus modelos, de cómo disfrutan. Sin siquiera saberlo ellos, estaban llevándome al epicentro de mi gran fetiche.
Hacia mucho no me desnudaba para una revista. Ya hoy, la verdad, me vale poco o nada, o como dicen aquí, me lo paso “por los guevos”. He entendido que muchas de las cosas que me gustan hacer, en el pasado las deje de hacer por el miedo al que dirán. Muchos dejamos de disfrutar nuestros fetiches solamente porque queremos ser cómodos, porque perdemos mucho tiempo intentando encajar en ciertas casillas sociales.
Por eso tal vez, se me hizo sencillo quitarme la ropa. Sin tanta pausa o traba, era apenas el primer paso para las fotografías. Sabía que estaba a escasos metros del andén, de donde hay varios carros pasando y que, en un posible minuto apareciera un corredor subiendo la montaña. Las instrucciones eran propicias precisamente para evitar algún momento incómodo: debía ponerme las bermudas y la ropa interior abajo, para que en caso de alguna emergencia, me vistiera en segundos.
Comenzábamos a hablar de mi vida, de como disfrutaba mis fetiches. Era innegable que me sentía en un caldo de cultivo para una desmedida experiencia sexual si no sabía controlarme. ¿Pero que es control? ¿Que es sino una censura al impulso meramente humano de sentir placer? No dejaba de pensarlo mientras hablábamos y sentía como dentro de mis bermudas, mi verga simplemente crecía a impulsos. No era necesaria una erección, ni nada extraordinario para estas fotos, simplemente hacer lo que yo quería hacer.
Lo cual es carta blanca para mis más oscuros impulsos.
Cuando caminaba con ellos por los senderos de la montaña, a mis pies solo veía condones usados. No cabe duda que eran evidencia de alguna cogida salvaje, entre dos desconocidos, que dejaron simplemente el control a un lado del camino, con el peligro de ser observados.
“Y en ese muro uno de los modelos se hizo un pajazo”, un muro lleno de graffitis, con olor a meadas frescas del último botellón que habría pasado la noche anterior. Me contaba que era un chico de Irán, que sabía que si alguien en su país supiera lo que había hecho, se enfrentaba a un grave problema en caso de volver. “Le preguntamos si quería detenerse y dijo que no, que había que hacerlo”.
En el pasado pude arrepentirme, pero ahora me siento en extrema libertad. Creo que después de vivir dos años en un país con tantas libertades cortadas y un año de una pandemia que nos encerró hasta los sueños, he sentido que poco o nada debería detenerme y que muchas cosas hay que dejarlas fluir. Una de esas, eso de volver a salir a la calle y poder disfrutar de mi sexualidad.
“Quiero intentar algo”, les dije. Me desnude por completo y volví a ponerme las botas. Ellos, escépticos, sabían que sería una jugada arriesgada si alguien de momento aparecía en el camino, ya que sería físicamente imposible que yo volviera a vestirme de inmediato. Arriba, había una carretera donde pasaban carros. Al frente, un camino donde pasan a ratos personas a trotar. Abajo, un estacionamiento donde a veces paraban algunos para salir a recorrer el parque y claro, ellos dos al frente. Estaba lo suficientemente excitado para dejarme llevar.
Querían unas fotos en el sitio, del cual estaba apenas inundado de condones y donde se notaban algunas prendas rotas. La sangre empezaba a bombearme sin control, más sabiendo que podía ser atrapado en cualquier momento, pero más aún de saber que estaba siendo observado de forma incondicional. Empecé a escupirme la verga, como tantas veces lo he hecho en el cruising y solamente era cuestión de dejarme arrastrar por el pequeño calor del sol de la mañana.
Tenía varios días sin masturbarme, en grab parte y culpa porque me he quedado en casa de un familiar todo este tiempo y no había tiempo para jalármela. Tampoco había salido de cruising, ante las entregas de la universidad y el poco tiempo que tenía. Pero ahí estaba, sin planearlo, en una montaña siendo observado, estando completamente desnudo, en un sitio donde muchos más han dado rienda suelta al placer.
En cada foto me decían que cerrara los ojos y los volviera a abrir. Era una forma de relajarme y tener un registro de las expresiones. Pero cada vez era más difícil abrirlos, porque cada vez me la agarraba y sentía una necesidad, -si, necesidad- de masturbarme. No solo de eso, sino de hacerlo al frente de ellos, sin pudor alguno y por que no, al frente de cualquiera que se atreviera a pasar por el lugar.
Llegó el punto en que ya no estaba ni siquiera pendiente de la presencia ni de. Las fotos, simplemente me masturbaba a un ritmo, me escupía la verga e imaginaba las escenas sexuales, de ficción claro, que podían suceder en aquellas escaleras tapizadas con condones usados. Pensaba en mis viejas historias de cruising y en las cosas que pudiera hacer en ese momento, con el que se llegara a interesar por estar ahí.
Lo que no sabía y no esperaba era que el cerrar los ojos no sería más que el denotante para cuando los abriera. Al hacerlo, como tantas veces lo habían pedido, los vi tomándome fotos directamente. Sin mediar palabra, pero mirándome fijamente al hacerlo. No pude evitar entonces fijar mi mirada en la cámara y saber que no solamente estaba ahí por el cruising sino por el exhibicionismo. Que ese era el momento donde no había vuelta atrás. Que ahí, entre la maleza no podía controlarme, sin dejar medias tintas mi caminata por el Montjuic.
El jadeo era tal vez lo único que acompañaba a los clicks de las cámaras y fue entonces que, sin mediar palabra, me corrí en el suelo. Desnudo, usando solamente mis botas y mis medias, en medio de un parque, no vi más necesidad que deslecharme en frente de dos desconocidos y que ellos tuviesen el poder de registrarlo con una cámara. Un morbo que no había explorado desde hace años, cuando en alguna ducha de Bogotá, ayudé a un colega fotógrafo con un book de fotos.
Pero esto era diferente. Ya no era el mismo que exploraba haciendo desnudos en Colombia. No era el mismo que se masturbaba a escondidas en China. No era el mismo que le daba pena hacer cruising en Panamá. Algo en mi estaba completo esta vez, como un cúmulo de varias y varias semanas de reconocerme en plena libertad.
“¿Te quieres limpiar la leche colega?”, me ha dicho uno de ellos. “No se preocupen, tengo lengua”, respondía, mientras me lamía la mano con algo de hambre, dejando un charco de semen en un sitio donde no sería el primero, ni el último en hacerlo.
A medida que pasan los años, uno se empieza a acostumbrar a la idea que la masturbación es más allá que el uso de la mano como primera herramienta de paja. Hay diferentes juguetes que se pueden conseguir en el mercado que ayudan a incrementar el placer. Ya habíamos hablado de los cock-rings, que son anillos (goma, metal, cuero, etc) que hacen presión a la circulación en la base de la verga para tener una erección más duradera y evitar que algun testículo se mueva para algun lugar indebido (sucede, no crean). Pero también existen otros juguetes que pueden ayudar a la paja en sí.
Para este tutorial he elegido estos huevos masturbadores de Tenga, que son unas gomas hechas para pocos usos, con una textura propicia para dar placer en el glande a medida que uno se masturba. Las hay en diferentes texturas y ojo, es necesario utilizar un lubricante para su uso. La razón es simple: la fricción puede hacer que el material se rompa al extremo uso del mismo.
Los fleshjacks son otro de los juguetes. Duran muchísimo mas, son lavables y usualmente tienen en el extremo superior una válvula para regular la presión de succión del mismo; válvula que se puede retirar para limpiarlo después de la corrida. Una de las mejores cosas es que viene en varios tamaños y personalmente los he compartido con amigos, dandole los dos a la vez. :D
Existen otros que son las partes anatómicas en silicona. Son juguetes que están hechos con silicona, adaptados con texturas internas para incrementar el placer y viene en todas las formas posibles... siendo algunos un tanto fetichistas.
Los precios están desde 2 USD para los huevos masturbadores, hasta piezas en silicona de 150-200 dólares. Todo depende de qué esté buscando quién.
Esta es una lista de masturbadores que he probado con los años y los sitios donde comprarlos.
Tenga huevos masturbadores. (el del video es el modelo Easy Beat Twister) https://es.aliexpress.com/item/1005002311487454.html?spm=a2g0o.productlist.0.0.73ad397fIdSPKW&algo_pvid=b56e0fbf-842a-4515-9018-72b7e94bdf6d&algo_exp_id=b56e0fbf-842a-4515-9018-72b7e94bdf6d-2
Suction Fleshjack / parte anatomica. https://es.aliexpress.com/item/1005001622359126.html?spm=a2g0o.productlist.0.0.3d2e7666cxDnP5&algo_pvid=5a26e64a-3ccb-4977-afb4-0e23ae756d57&algo_exp_id=5a26e64a-3ccb-4977-afb4-0e23ae756d57-51
Después de pensarlo un rato (quería repetir este tutorial, todo salió mal) finalmente me decidí por editar este video. Así que está noche, si todo lo permite, subo el tercer tutorial: juguetes.
Por cierto, estaré en Barcelona del 14-19. Interesados en hacer cruising o en ir a un grupo de pajeros, escríbanme por DM.
Actualización: Luego de varios correos con OnlyFans, finalmente puedo seguir con el contenido como lo he venido haciendo. Algunos post los debo volver a subir, pero como les comenté hace unos días, serán a lo largo de esta semana.
Por lo pronto, feliz paja. Ya subiré los mapas y un nuevo tutorial, antes de mi próximo viaje.
Mientras mi compañero de piso aspiraba la casa, decidí hacer la segunda parte del tutorial. Así que, estos son tres pasos para aprender a utilizar un buen lubricante.
1. Busque un sitio cómodo. Una buena paja requiere antes que nada comodidad. Busque que donde esté, tenga comodidad, buena conexión a internet para ver una película porno o para conectarse con su amigo de paja con el cual puede compartir esas películas o por qué no, invitarlo a su casa a verla juntos. Recuerde que la paja no necesariamente es coito, más es una actividad sexual.
2. Todo a la mano. Si sabe que su sesión de paja va a durar su tiempo pertinente (practica edging o simplemente quiere darse gusto a sí mismo ese fin de semana), tenga a la mano los lubricantes que va a necesitar. Como vimos en el video uno, los aceites puede hacer la experiencia más estimulante y larga, pasando por los de silicona, híbridos y de agua que recomiendo más para el sexo. Ah, y saliva. No le tenga miedo. ;)
3. Déjese llevar. Muchos le tenemos miedo a ciertos lubricantes porque tendemos a relacionarlos con el acto sexual: ejemplo, que los de aceite rompen el látex de los condones, lo cual es cierto. Pero estamos hablando de masturbación, algo que todos, tanto homosexuales, bisexuales, gays o demás del espectro, disfrutamos. Como hombres, no existe mejor momento para dejarse llevar ya que con la masturbación nos conocemos al límite. Es por eso que varias veces me verán llevando al borde,