






Barcelona, 2:00 pm
No es que sienta morbo o fetiche por estar desnudo. Soy exhibicionista total, no le veo problema. Puedo andar sin ropa fácilmente, por cualquier lado, y eso, quienes son amigos míos lo saben. Por eso T* quería fotografiarme y quería hacerlo en un lugar especial que tenía en un pequeño estudio en el Born. Sabía que me gusta hablar, que soy de mucha lengua (como diríamos) y que me sentiría cómodo con una pequeña ronda de conversaciones en una pequeña tarde de café negro.
Hablamos de lo que me hace cómodo y de lo que no. Del porqué me gusta estar desnudo y porque no veo problema en que la gente lo haga alrededor. Le hable de lo cómodo que me hace sentir con mi cuerpo, sin importar si la gente me considera errado o no.
Me pregunto que ropa interior tenía.
Y si no tenía problema con unas fotos.
El punto era que, entre esas conversaciones se dio cuenta que no tengo muchas fotos de espaldas, que tal vez porque no me las he tomado o no tenía quien lo hiciera.
— ¿Pero te gusta ser pasivo, no?
— Lo disfruto mucho.
— ¿Te has dado cuenta que no tienes fotos de tu culo?
Y es cierto. No tengo, hasta algunos aquí me han preguntado por eso. Si han visto mis vídeos, mis manos se van en algún punto a tocarme el orto, buscando más placer aún. T lo sabía, y precisamente quería sacar eso de alguna parte, mezclándolo con lo que sabe en el fondo me gusta.
Abre entonces la terraza. Un montón de tejados de la ciudad catalana están alrededor.
— Vale, haremos esto. No mirarías a la cámara, no das vuelta atrás. Vas a asomarte por el borde, mirar abajo, piensa que alguien puede aparecer en cualquier momento y tu vigilas. Quiero que te montes en ese escenario.
Y así hice. Sin mirar en ningún momento atrás como regla de oro de esa tarde. Saben, cómo cuándo Orfeo está rescatando a su amada del infierno con la única condición de no mirar atrás.
Yo solo podía escuchar la cámara y sus preguntas. ¿Que me hace sentir incómodo? ¿Que siento cuando estoy solo? ¿Que hace falta para sentirme en confianza? Preguntas que me hacían sentir más y más relajado. Que no evitaron sino que ayudaron a que en un punto me quitara la ropa interior.
Finalmente, las fotos empezaron a salir. No me importaba quien estuviera viendo, era yo y la ciudad. Como aquella vez que en un balcón en Bangkok estuve con dos sujetos completamente desnudos y -mojados-, sin importar lo que todos alrededor veían. Supongo esa es otra historia.
Porque me gustan los ojos ajenos, pero también sentirme en calma. Que nos sintamos todos en calma. Levantar la pierna y dejar mi culo expuesto, por ejemplo, como acto de confianza. Dejar que la lujurias se tome un poco el lugar y yo, sin poder mirar atrás.
Entonces esa fue la ultima foto. Apagó la cámara y dejándome en el bordillo de la terraza, se acercó a terminar con su lengua lo que había empezado una hora antes.
Fue una de las mejores mamadas de culo que me han hecho en la vida.
Y yo sin mirar atrás.