




Cementera abandonada de Atarfe (La Porla)
3:30 pm.
Le tengo miedo a las alturas. Es uno de esos miedos estupidos que aún no puedo superar, y que la única forma de romperlo es irónicamente cuando estoy ebrio. Precisamente, el brincar en edificios abandonados es lo que me ha llevado a que, lentamente, me deshaga de él. ¿Por? La ridiculez de treparme en sitios que en cualquier momento se van a desplomar.
B* fue mi primer compañero de urbex. Nos conocimos en Bulgaria y esa misma noche, terminamos en un edificio abandonado de Veliko Tarnavo donde subimos al techo, pasando por grandes agujeros que, cuando regresé días después, no pude pasar.
Esta vez, ha llegado a mi casa y hemos rentado un auto. La idea era recorrer sitios por toda Andalucía.
“Mira, ahora ando tomando fotos un tanto … desnudo”, le dije.
Me miró con una cara de complicidad ajena, de esas que juzgan sin palabras. Lo hizo porque sabía que con él no habría problema. Pero él, contrario a yo, nunca se había tomado una foto desnudo haciendo urbex. Es más, nunca nos habíamos visto desnudos, después de tres años de amistad.
Entramos en la fábrica y había una vieja torre de descarga, donde toda la parte central había colapsado. Para treparla habían unas escaleras demolidas, pero arriba, en el vacío, yo quería estar desnudo.
Pero a mi me dan miedo las alturas.
A él, estar desnudo al frente mío.
Pero fue suficiente para ponernos de acuerdo en lo que iba a suceder. Él me ayudaba a treparme por el concreto destruido de la fábrica para que del otro lado me tomé fotos y yo, le doy la confianza para que se desnude en frente mío y tomarle fotos.
Me dio indicaciones de donde pisar, donde agarrarme y como. Se trepó y ayudó a darme la mano para subir y saltar los agujeros del suelo. Fue entonces que pude llegar a treparme en la torre y desnudarme en frente de él. Ahí salió esta foto.
Al bajar, me mira con esa cara de complicidad y dándome su teléfono celular me dice de forma pícara: “ahora es mi turno”. En eso se quita los pantalones y se ríe.
(Continuará)