MasterFapnet
dangamboab
dangamboab

onlyfans

Barcelona, 7:00 pm. Iba para Barcelona, después de un largo..

Barcelona, 7:00 pm.

Iba para Barcelona, después de un largo tiempo sin visitarla después de mi accidente. Recordaba que uno de ustedes, uno de mis seguidores aquí, @m.bcn112,me había propuesto conocernos y ser, en palabras textuales “el pasaporte de Venezuela” de mi serie. Mi visita era bastante limitada, debo decirlo, iba enfocado en mi familia y en un concierto y tuve apenas tiempo de ver dos personas aparte de mi sobrino.

Pero claro, resulta que a veces la ciudad es pequeña. Habiendo salido del gimnasio, le escribo.

—Ando saliendo del trabajo, aquí en un hotel en Sant Antoni, ¿y tu?, —me responde.
—Pues yo en Sant Antoni, fíjate.

Las coincidencias apenas del morbo, que, en cuestión de segundos nos dimos cuenta que estábamos separados por dos calles. Podíamos sacarnos una media hora para conocernos y charlar. Así fue. En un bar de estos de Barcelona, de terraza y cañas, nos soltamos a hablar de la vida: que el trabajo, que la ciudad, que el verano, que las relaciones; todo lo que se puede esperar de dos personas que se conocen por primera vez.

Un tanto por el valor que te da el trago, decidimos pedir la cuenta y marcharnos. Digo que el valor que da el trago porque en medio de la conversación medio soltamos que estábamos calientes y que yo tenía unas ganas fuertes de chupar una verga, que hacía un tiempo no lo hacía.

—¿Qué dices?, —hace la pregunta con condición. —¿Tu quieres hacer algo o dejamos hasta aquí?

Yo, que estaba en la duda de si dejarme llevar o no, le respondo que sí pero que no sabía dónde. Es cierto: ni el ni yo teníamos “sitio”, esa palabra amarga que los homosexuales aprendimos a decir como si fuese un saludo. Que si íbamos a un sauna o a un sótano de estos. Que si mejor dejábamos hasta aquí y otro día. Pero, ¿ya no era suficiente con la coincidencia? Era un seguidor mío de aquí de esta página, nos habíamos gustado y creemos que teníamos el morbo suficiente para hacer algo esa noche.

Entonces, me miró con una cara de complicidad y me señaló el hotel donde trabajaba.

—Tengo una idea. En el sótano del hotel hay unos baños que no usa nadie.

Quedé un tanto revoloteado pero dejé que siguiera.

—Mira, es muy fácil —dijo. —Tienes que entrar al lobby, ve a mano izquierda, tomas el ascensor. Ahí sales en el primer piso, recorres todo el pasillo y llegas a la salida de emergencia. Tomas las escaleras, bajas un piso, doblas a mano izquierda y al final del pasillo, verás una puerta con un seguro de empujar. Abres la salida de servicio hacia la calle. Ahí estaré yo.

Mi cabeza me estaba dando un cortocircuito en ese instante.

—Ajá, pero ... ¿y qué sigue después? ¿Y si me encuentro a alguien?
—Nada, a esta hora no hay nadie en recepción. En ese hotel solo hay un alma a esta hora.

Vale. ¿Quería hacer esto? Sí. ¿Me estaba empujando la adrenalina? También. ¿El morbo? Muchísimo más. Crucé la calle, justamente a la entrada del chaflán característico de Barcelona. La idea era actuar como si fuese un huésped más del hotel. Entonces me puse los audífonos, entré al lobby y sorpresa mía, no veía los ascensores. ¿Pregunto? ¿Hacia dónde debo agarrar? En ese segundo de debacle, suena el ascensor. Un señor emerge del costado y ahí es donde sin dudarlo, me lanzo al mismo. Al entrar, en uno de estos ascensores decorados con pósters turísticos de la ciudad, presiono la planta uno y sigo las instrucciones al pie de la letra, rogando que al entrar a los pasillos de servicio, no me encontrara a nadie.

Digamos que me moví bastante bien, que para algo sirvió estudiar arquitectura. Al llegar, empujo la puerta de servicio y en eso estaba él. Esperando. Fue en cuestión de segundos que repetimos todo el trayecto hasta llegar al ascensor. Ahora había que ir al sótano, para poder entrar a los baños rogando que nadie hubiese pedido el ascensor en el piso uno y que al abrirlo, lo viera el chico de recepción.

Como si todo fuera mantequilla, entramos al sótano. Una serie de baños estaban en este pequeño espacio, en los que estaba uno para discapacitados que pedía a recepción pedir la llave de acceso.

—¿Y si alguien entra?, pregunté.
—Nadie en el tiempo que llevo trabajando aquí lo ha hecho, —responde. De hecho, es mentira que se necesite llave.

En nada, abre la puerta y entramos los dos al baño, no sin antes cerrar con candado. No había tiempo que perder e hicimos lo que habíamos acordado: que ese día yo tenía muchas ganas de chupar verga. No solo eso, quería tragar. Quería probar, quedar con la boca llena y saborear hasta la última gota. De rodillas, en el baño, lo primero que hice fue evidentemente bajarle el pantalón, solo para revelar una de las vergas más bellas que recuerde. Gruesa, venosa, apetitosa, con ganas de dejarse llevar por un momento de salir del estrés del trabajo. No fue más de mi parte que arrodillarme y empezar a chupar, como esas veces en las que me gusta, con calma, tomarme mi tiempo con algo que me gusta hacer.

Mover la lengua en su glande, presionarlo, soltarlo. Hacer que toque el paladar, subir y bajar el prepucio con mi mano mientras apretando los ojos la llevo hasta donde mi garganta me deje. Una y otra vez. Sabía que le estaba gustando, porque en sus gemidos y en cómo presionaba mi cabeza para que me la tragara toda lo podía evidenciar. Sabíamos que hacíamos algo prohibido pero, ¿quien o que se iba a enterar? Las cámaras no se revisan a menos que suceda algo particularmente delicado. Era su sueño hacerlo, lo llevaba planeando desde tiempo en su cabeza y lo ejecutó conmigo.

Bajamos el ritmo cuando escuchamos voces en el baño al otro lado. Bajamos entonces el ritmo para tratar de alargar el orgasmo que era inminente. Porque la sola idea de estar encerrados, con todo el espacio para nosotros, era suficiente para tener ambas vergas a tope, a punto de explotar. No era sino que los ruidos desaparecieran, para que nuevamente y casi a la fuerza, me disponga a tragarme todo. Hasta adentro, hasta que los ojos se pongan llorosos y la garganta no pueda dar más. Una y otra vez, la embestida, sujetándome la cabeza, no queriendo dejarme ir. Apretando entre los labios los gemidos que esperábamos nadie estuviera escuchando.

En eso, aparta rápidamente mi cabeza y me deja ir por un segundo, suficiente para abrir mi boca y sujetar con mi lengua su verga. Ahí estaba, era lo que había esperado: su semen, viscoso, abundante, una y otra vez me llenaba el paladar y mi barba. Igual el mio, que de forma automática empezaba a salir directamente en mi mano, corriéndonos a la vez.

—Espera, —le dije. —¿Esto lo hacemos para el Only, no?
—Dale. Da más morbo saberlo.

Con la cámara en la mano, entonces puse lo que quedaba de mi leche justo en su verga y lo que aun tenía de la suya. Como le había prometido, no quería desperdiciar ninguna gota. Ahí, arrodillado, seguí saboreando una y otra otra vez el resultado del orgasmo ilícito de ambos, hasta que quedara todo limpio.

Tragué. No dejé nada que se pudiera limpiar. Nos vestimos, nos tomamos una selfie para el recuerdo y volvimos al ascensor para repetir y llegar a la puerta de servicio.

Fue entonces que empujamos y volvimos a salir a la calle, dejando detrás el hotel que por lo menos, hasta el día siguiente, uno de los dos no irá a ver.

3024x4032_374ecd9285f3773c08dc9752eb1127b5.jpg
3024x4032_46f0baba70889e79fa28b947cf47679a.jpg 3024x4032_5d5de4ea5c8063913b351e9bfca19e71.jpg 3024x4032_68df36080740fb6a3e8fbedd44fe2a12.jpg

More Creators