

IV: RUSIA Tbilisi, Georgia. Había quedado con su contacto d..
Added 2023-05-27 07:28:10 +0000 UTCIV: RUSIA Tbilisi, Georgia. Había quedado con su contacto después de un chico pajero que había conocido en Armenia semanas atrás, en una de estas páginas de cámara con cámara que había facilitado tanto el quedar con chicos en un país tan restrictivo con la libertad sexual. Todo apuntaba a que en Tbilisi había un chico de Rusia que era pajero total y le encantaba hacerlo con otros. Y sí, el mismo día que he llegado a la capital de Georgia, en las primeras horas justo después de dejar mi equipaje fui directamente a verlo. Llovía afuera, así que “caminar” la ciudad no era algo propiamente disfrutable a estas alturas y después de conversar por chat, estaba entusiasmado con la idea de hacernos una paja. Después de comprar conmigo unas cervezas, fuimos a su refugio. Un piso donde en la mesa habían mandos de PlayStation, unas pipas para fumar, unos porros, y las dos nuevas cervezas. Se hizo su silla y yo en la mía, notando fácilmente como su verga se marcaba en su pantalón deportivo invitándome sutilmente a lo que iba a suceder. Claro, quería primero conocerme mejor y cómo llegamos los dos ahí. En medio de sun historia me cuenta que después de divorciarse, decidió ir a Georgia a montar una bar. -—¿Divorcio?, —le pregunté. Sí. Estaba casado con una mujer pero ahora es completamente homosexual y que todo detonó en una noche en una calle de Hamburgo mientras estaban de vacaciones. Ese día discutió seriamente con su pareja. Me contó, que mientras caminaba por las calles de Hamburgo, por su cuenta tras dejarla a ella en el hotel, se topó con ciertos sitios oscuros donde los hombres daban rienda suelta a sus fantasías entre ellos y eso le quedó taladrado en la cabeza. Tanto que todo el día la tentación de irse allí le podía más. ¿Y por qué no, si estaba de viaje en un país que no es el suyo, donde nadie lo conocía? Y es que si hay algo en la magia de viajar es precisamente estar en otro contexto, totalmente diferente al que estamos acostumbrados, donde podemos hacer cosas y experimentar sin peso de culpa. Es como si nos desconectáramos por completo de nosotros mismos y estuviéramos en un lugar donde somos otros. Es por eso que la tentación de estar ahí, en una situación de desapego total, lo precipitó a pensarlo. Pero claro, de ahí a hacerlo había un trecho. Sabía que tenia su esposa y que igual estaba de viaje pero los problemas no cesaban desde casa y ahora, incluso en unas vacaciones, los había. Esa noche fueron a cenar como reconciliación pero aun así, cuando fueron a la cama, su esposa le dijo que no estaba con ganas de nada y que durmiera en el sofá. Entonces tomó las llaves y salió a dar una vuelta. Fue al mismo distrito rojo que había visto en la mañana y el cine porno homosexual que le había echado el ojo fue sentencia para entrar. No había nadie que lo juzgara y de nuevo, donde estaba hacía que cualquier cosa que hiciera se quedara en Hamburgo. En ese momento se agarra el paquete y dándole otro toque al porro, me dice que le dieron la mejor mamada de su vida. Él sabe, que con su tamaño, no es que sea fácil para algunos poderse tragar todo dice un golpe. Pero en ese cine supo por fin lo que es una garganta profunda y le quedó gustando. Más que todo, la energía que tenía hacerlo con un hombre, lo cual le sorprendió por completo. Lo duro que estaba viendo otros hombres le confirmó la sospecha que tenía desde adolescente: era bisexual y si no, homosexual. Fue entonces que viajar le hizo despejar certezas que en su país no tenía cómo. La libertad le dio espacios para hacer lo que la mente quería hacer. Su vida cambió. Sentados los dos en las sillas de su piso en Tbilisi y con algo de vuelo por lo que estábamos fumando, me dice que si quiere, puede hacerse una paja conmigo. ¿Como rechazarlo? Obviamente, para eso estábamos citados los dos. Sentándose en el brazo de mi silla y abrazándome como protegiéndome o siendo anfitrión, me mete la mano en el pantalón. —Nada mal eh, —me dice. Claro, él mide como 2 metros y al lado de él, le llego apenas a su pecho. Pero al ponernos de pie frente al espejo, nos damos cuenta que todo esta proporcionado, como si yo fuera una versión pequeña de él. No reímos como tontos y nos fuimos a un lugar mejor: su cama. Entonces, abrazándonos, poniendo las cabezas frente a frente, empezamos a movernos la verga. No como lo usual, no: con furia. De esas pajas sacadas desde dentro, con aliento, con la misma fuerza de entrenar en el gimnasio. Nada más que saliva escurría de nuestras bocas, más toda la que me escupía en la boca y yo en la suya para lubricar, todo con el sabor de las cervezas que habíamos comprado. —Vamos a producir leche Dan. Toma la cámara y empieza a grabar.