

Zagreb, Croacia. 9:01 pm. Existe una dualidad en mi forma d..
Added 2023-08-26 14:28:54 +0000 UTCZagreb, Croacia. 9:01 pm. Existe una dualidad en mi forma de viajar por el mundo. Por una parte, tengo un perfil de alguien intrépido, que anda con una cámara registrando lugares por donde moverse en las ciudades y paisajes que visita. Por otro, tengo ese lado morboso que está latente en los viajes y que desea explorar rincones tanto externos como interiores de mi sexualidad. Me pasó en Croacia que conocí a un chico, en una de esas veces que un amigo de un amigo de un amigo te recomienda alguien para salir por un café. Y este chico me había visto en cierta aplicación, teniendo una idea previa de mi. Una equivocada, afortunadamente. Tras recorrer la ciudad ese día, decidí dejar el miedo (o la tochada como diría en mi ciudad) y escribirle un mensaje. ¿Su respuesta? Que evidentemente era tarde para un café pero si quisiera, podía tomarse una cerveza conmigo. O mejor aún, que si quería podíamos darle paso directamente a las cosas y que entrara a su cuarto. Que quería ser mi dueño. No, yo no soy alguien que le guste ser totalmente sumiso. La sumisión es extraña para mi, tanto como activo como pasivo soy dominante, y me encanta tener cierto nivel de control en ello. Pero estaba este tipo que tenía tanta seguridad en lo que decía que no podía evitar preguntarme qué pasaría si dijera que no. ¿Y, que más da? Si la magia de viajar es adentrarme en territorios desconocidos y estos está precisamente el de mi sexualidad. Luego de timbrar en su casa, he subido las escaleras para encontrarme al abrir a este sujeto. Totalmente desnudo. Sin nada. Ni un saludo. “Ponte de rodillas”, me dice. Y me cuenta una regla básica en este juego: voy a chuparle la verga, solamente eso. Sin manos. Solamente puedo usar mi garganta. Y el único propósito de esa noche es que yo voy a ser su chico bueno y voy a tragar su leche. Me obliga a poner las manos detrás, se acuesta en la cama y solo se dispone a eso. Entre mi incredulidad, solo pensé en dejarme llevar. No tenía nada más que experimentar y jugar a aquello que no había jugado. Y me encantó. De tener el control durante el día en ese perfil de influenciador, ser expuesto de noche como un total sumiso. Tomó mi cámara, la apuntó hacia mi. “¿Ahora quien es influencer?”, mientras comienza a grabar. Todo el rato, moviéndome de posición, escupiéndome, controlando, embistiéndome y mientras, yo lo único que hacía era succionar como sabía hacerlo. Se retorcía, se levantaba, me miraba con una cara de saber qué estaba haciendo. Y así, viéndolo retorcerse fue como sentí que mi garganta se llenaba de lo que más quería tragar esa noche: leche. “Creo, sin broma, que es la mejor mamada que me han dado”, dice. “Sirves para esto, perrita”.