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📍Erbil, Irak. Irak. Un país del que ni había pretendido si ..

📍Erbil, Irak.

Irak. Un país del que ni había pretendido si quiera pensar que iba a entrar y quienes vieron ese viaje supieron que de la nada había sido una sorpresa el que estuviera ahí. Parecía tan inalcanzable pero una vez en su suelo, te dabas cuenta que todo no era tan distante como parecía. Desde sus paisajes, pasando historia oscura de un pasado en guerra hasta algo tan sutil como tener sexo.

Con sumo cuidado, revisaba cada perfil con el que interactuaba. De la misma manera, las personas sin foto de perfil no podían creer que un colombiano estuviera de visita en la ciudad y sospechaban que mi perfil fuera falso. Por lo tanto, era necesario hablar con cada persona con mucha cautela, ya que no sabías si un infiltrado de la policía podría estar al otro lado.

Por eso llegaba a ser tan difícil. Dudabas de la autenticidad de las fotos que te enviaban. La forma de ligar en esta parte del mundo es tan cuidadosa que las fotos efímeras son gratuitas, a diferencia de nuestros países, donde son de pago. Esto se hace para proteger la identidad del usuario.

Durante esos días, me encontré con un perfil anónimo, como era habitual, que me enviaba fotos de su cuerpo y su rostro. Entre mi sorpresa y mi excitación, no podía creer que fueran reales. Me decía que yo era guapo y que quería conocerme, pero que también tenía miedo. Entonces supe que en Irak es común hacer una videollamada, aunque sea breve, para comprobar que estás hablando con la persona correcta. Además, en los chats nunca debes mencionar explícitamente el deseo sexual o que vas a tener sexo; lo máximo que se puede decir es que vas a conocer a alguien y, a partir de ahí, lo que surja.

Ese día en particular salí a la calle a recorrer y tomar fotografías, ignorando las advertencias del termómetro. No llevaba más de cuatro horas fuera cuando supe que debía regresar al hotel para descansar. Sin embargo, no descuidé la conversación con este chico, con quien había estado hablando durante unos días. A pesar del miedo, ambos queríamos conocernos.

- Hola, ¿que tal? Soy H*****, - me dice en una de las mesas de la recepción del hotel.
- Hoy es tu día libre, ¿no?, - le pregunto. Sabía que si no era ese día, no era nunca. Que entre las fotografías que nos mandábamos y el morbo que tenia por probar algo distinto a lo común en su vida sexual estábamos los dos tensos.

En eso me dice que mire al vigilante y que abra Grindr cautelosamente. Que, sabe por comentarios, que existe una medida extraña en el mundo árabe que los vigilantes tengan un perfil anónimo y vean quien entra y quien busca. “Bloquea siempre al primero que tengas cerca”, y se ríe con esa cara de picardía kurda que conocía. Era notable que mientras mas hablábamos y bajábamos el té, mas grande se ponía su bulto en el pantalón. Que entre mas decíamos cosas superfluas y me preguntaba si me gustaba “viajar de forma suave o viajar duro”, con contestarle en código era suficiente para prenderlo más.

- ¿Y cuando viajas y te dan ganas de comer, te comes todo?
- Sí, trato de no dejar nada afuera.
- A mi me gusta ver que se traguen la comida que sirvo, casi que se puedan asfixiar.
- Entonces, ¿eres un anfitrión rudo?

Y se reía. Tocaba así en código, entre la picardía y la inocencia. En ese delgado limite entre tentar al diablo con arriesgarse un poco. “Bueno, creo que ya sabes que soy real y no un policía”, le dije. “¿Me acompañas al cuarto a buscar algo para comer?”

No fue sino cerrar la puerta y darme cuenta que aquel picaron decente, de camisa de botones y pantalón de vestir no era mas que un salvaje desenfrenado que solo quería reventarme en vergazos y leche. Y que si, que aquel comentario de ver como me tragaría todo era de verdad. Nos quitamos la ropa, nos dejamos arrastrar. Que era, según él, la primera vez en semanas que tenía sexo y en mi caso, la conclusion a tantos días recorriendo el país siendo excitado continuamente por los hombres del mismo.

Con la fortuna de tener que conocer a uno de ellos, el que parecía más inocente de todos y dejarlo arrastrarme entre la lujuria para coger como dos machos en celo.

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