

Te hago venir otra vez a mi despacho con la más absurda de las excusas y no me preocupo si quiera de disimularlo. Soy más permisiva con los demás pero a ti no te paso ni una y llegar 2 minutos tarde a la reunión de hoy ha sido un agravio muy insultante hacia mi persona así que vas a tener que rendir cuentas por ello. ¡Después de todo lo que yo he hecho por ti! Sé que eres consciente de que si te niegas te pondré de patitas en la calle con una sola llamada y aprovecharme de eso me pone tremendamente cachonda. No tienes a nadie que te proteja, ni a quien acudir para acabar con esta locura y eso hace que día sí y día también acabes en mi despacho para ser puteado a mi capricho a escondidas de los demás. Pero lo peor de todo... es que no puedes evitar empalmarte desde que cruzas la puerta y me ves mirándote con autoridad, y eso es tan patético que la vergüenza te hace ser todavía más dócil y manejable....