

Duele. Anoche el bestia de su marido se la folló con todo, le introdujo su miembro grande y grueso por el culo sin aviso, sin un poco de saliva al menos. Ella estaba durmiendo y sintió que la ponía boca abajo, inmediatamente la vagina se le hizo agua, le encantaba cuando se la cogía a mitad de la noche, le metió la verga bien hasta el fondo y ella gimió... Entonces él le susurró al oído: -quiero tu puto culo.- Se incorporó un poco, le abrió las nalgas de par en par y se lo enterró de golpe. El dolor la hizo gritar, pero también el placer, el miembro negro y fuerte de su marido entró y salió con furia varias veces de su ano, en un ritmo alocado hasta que el hombre acabó con un grito mientras ella sentía como la desgarraba. Después se durmió enseguida, pero ella quedó con ganas de más a pesar del dolor. Ahora que su marido se ido al trabajo, ella espera al flaco de la limpieza, para que con ternura la cure. Al flaco le gusta pasarle la lengua cuando ella tiene restos de semen, la lame despacio, suave, la saborea, la degusta con deleite. El flaco deja que ella se le siente en la cara y se la frote con su vulva peluda, se traga cada gota que sale, cada chorrito. Ella quiere que el flaco le chupe las heridas despacio, que le bese el ano y que luego se masturbe acabando por fuera de ese culo lastimado, que se lo unte con su leche espesa, porque la leche del flaco es bien espesa y eso a ella la calienta. Duele. Pero en cuanto llegue el flaco va a dejar de doler.